MADRID.- Un Congreso Internacional de la Lengua Española es todo un
acontecimiento. No solo porque reúne a representantes de 22 naciones
bajo el paraguas de una lengua materna compartida por casi 470 millones
de hablantes (lo que la convierte en la segunda del mundo, por detrás
del chino), sino por el número de usuarios potenciales del español
(nativos, a los que se suman quienes tienen una competencia limitada y
quienes lo estudian como lengua extranjera), casi 559 millones. Y por su
futuro: el 6,7% de la población mundial es hispanohablante, pero se
prevé que en el 2030 sean el 7,5 % y que dentro de tres generaciones
llegue al 10 %. Unos números que, además de hacernos sentir parte de una
gran comunidad, tienen un indudable interés económico, escribe Carlos Ocampo.
Las academias de la lengua de 22 países, que están
organizadas en la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale),
van ya por el séptimo congreso internacional, que se celebra cada tres
años. El primero fue el de Zacatecas (México, 1997). Valladolid (España,
2001), Rosario (Argentina, 2004), Cartagena de Indias (Colombia, 2007),
Valparaíso (Chile, 2010, que a causa del terremoto que azotó al país
fue virtual) y Panamá (2013) precedieron a Puerto Rico. El próximo
probablemente sea en la Córdoba argentina, que ya presentó oficialmente
al Instituto Cervantes y a la Asale su candidatura, y contará con al
menos un miembro más, ya que la incorporación de la Academia
Ecuatoguineana fue acordada justo al día siguiente de cerrarse el
congreso.
UNA CITA ESPECIAL
El último, el séptimo, sería un congreso especial,
para un año especial: el del cuarto centenario de la muerte de
Cervantes. Se celebró los pasados 17 y 18 de marzo en Puerto Rico, un
lugar, si no especial, sin duda peculiar por lo que respecta a la
situación del español. La pequeña isla antillana (es tres veces menor
que Galicia) fue una próspera colonia española desde que la descubrió
Cristóbal Colón ( 1493) hasta 1897, en que administrativamente pasó a
ser una provincia autónoma. Un año más tarde (1898) estalló la guerra de
España contra Estados Unidos y, en diciembre, por el Tratado de París
Puerto Rico fue cedido a los norteamericanos. Al comenzar la Primera
Guerra Mundial, la Ley Jones otorgó la ciudadanía estadounidense a los
puertorriqueños en marzo del 1917, un reflejo de la importancia
geopolítica de la isla caribeña para Washington. En 1952, el Congreso
estadounidense aprobó la Constitución estatal propia de Puerto Rico, que
lo convertía en el estado libre asociado que todavía es hoy.
En sus casi 120 años de dependencia política de
Estados Unidos la batalla lingüística es un fiel reflejo de una lucha
por la autonomía en que los puertorriqueños no han cejado. Por eso, las
alusiones a Puerto Rico como territorio estadounidense por parte de
autoridades españolas han sido mal recibidas. Primero fue Víctor García
de la Concha, exdirector de la Real Academia Española y actual director
del Instituto Cervantes, quien levantó ampollas al aludir a que este
era el primer congreso de la lengua no se celebraba en Hispanoamérica.
El rey Felipe VI dijo en el discurso inaugural alegrarse de regresar a
Estados Unidos. Es probable que en el ánimo de ambos estuviera el deseo
de reivindicar la pujanza del español, capaz incluso de desplazar al
mismísimo inglés; o suavizar la no confirmada sospecha de que la Casa
Blanca no le gustara ni poco que el congreso tuviera lugar en Puerto
Rico.
Para una nación que lleva más de cien años
reivindicando su identidad hispana fue una doble afrenta a la que el
escritor Eduardo Lalo replicó dolido al día siguiente con palabras tan
duras como calificar de «barbarie incesante de los reyes españoles» las
palabras del rey; y que el director de la Academia Puertorriqueña de la
Lengua, José Luis Vega, trató de reparar en la clausura con algo más de
diplomacia, al mostrar su alegría por que Puerto Rico haya organizado
«el primer congreso de la lengua española que se celebra en un país
antillano». Y es que para la mayoría de los puertorriqueños Estados
Unidos es potencia avasalladora contra la que lucha, sobre todo, con su
identidad lingüística, con el español, que es la lengua predominante
tanto en la enseñanza como en la vida cotidiana.
La ge: a vueltas con la ortografía
Sería triste que los diez segundos que se mantuvo la
errata en la pantalla sea lo único que algunos recuerden del congreso de
Puerto Rico, pero puede que la desafortunada anécdota haya sido la
puerta de entrada a la noticia para muchos. «Su magestad el Rey de
España Felipe VI», rezaba la pantalla que presentaba su intervención en
el acto inaugural. El error quedó subsanado enseguida, pero el
desconsuelo de la joven rotuladora aún debe de estar atormentándola en
sus peores pesadillas. Y eso que nada menos que el ministro de Cultura
español, Íñigo Méndez de Vigo, salió en su defensa: «Hasta el mejor
escribano echa un borrón», defendió. «No creo que haya que darle
importancia», añadió el ministro. Alguna sí que tiene, sobre todo porque
una falta en una frase tan breve se carga la estadística. Pero, en
efecto, no pasa de ser una anécdota que nos da pie a fijarnos cuántas
veces hay errores como estos en los rótulos de televisión y de las
películas subtituladas.
¿Y de qué se habló allí?
En el acto de apertura también intervino el director
de la Real Academia Española, Darío Villanueva, que dedicó su discurso a
las figuras de Miguel de Cervantes y William Shakespeare. La tradición y
creatividad, centradas en la figura de Cervantes, fue uno de los cinco
temas del congreso, concebido como un homenaje a su figura. Los poetas
Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez (él nunca hubiera escrito «magestad»),
Pedro Salinas y Luis Palés Matos fueron protagonistas de otro de los
temas. Un tercer bloque se concebía como un encuentro entre otras artes,
la educación y el conocimiento.
LA CIENCIA
El cuarto se preguntó por qué en la ciencia el
español tiene una posición secundaria respecto al inglés y el peso que
esto puede tener en el impulso de la investigación científica, en la
economía y en la educación. La ciencia siempre ha buscado una lengua
común internacionalmente, que fue el latín, luego el francés y hoy es el
inglés. Algo que no debe impedir que nuestra lengua también sea
vehículo del discurso científico. Dialnet es, en este ámbito, uno de los
proyectos más ambiciosos. Se trata de una plataforma de la Universidad
de La Rioja que constituye, según el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, el mayor almacén de artículos científicos en español.
UNIDAD Y VARIEDAD
La unidad y variedad del español es un tema
recurrente en todos los congresos internacionales de la lengua. Algo
inevitable, teniendo en cuenta que la variedad dialectal que España
exportó fue la meridional (distinta de la norma castellana) y que en
América había, antes de que se extendiera el castellano, otras lenguas
que en cada zona geográfica aportaron sustratos diferentes que marcaron
evoluciones divergentes de las hablas locales que se reflejan en modos
de hablar el español con tanta personalidad como los de Argentina,
México, Cuba, Venezuela... Una muestra clara de esta divergencia fue la
presentación en el congreso de la versión para Internet del diccionario
del léxico de Puerto Rico, de la Academia Puertorriqueña.
Pero conviene luchar contra la excesiva
diferenciación. A base de conocimiento, claro. Así lo expresó Vega en la
sesión final: «La lengua no puede abandonarse a su propia suerte», así
que no deben despreciarse « las recomendaciones de rigor o pulimiento de
estilo». «El idioma es poder y contiene sus propias contraseñas de
inclusión y exclusión que debemos conocer», concluyó.