Por años hemos discutido los problemas de Puerto Rico. Hemos usado
los mejores recursos y estudiosos del país y del exterior para
determinar las razones que explican nuestros problemas: el desempleo, la
pobreza, el turismo, la estructura gubernamental, el déficit, el
desarrollo, la conservación del medio ambiente, la reducción de los
abastos de agua, la seguridad alimentaria, la criminalidad, el
discrimen.
Tenemos décadas de estudios, planes y propuestas, pero no
hemos tenido la voluntad de implantar las soluciones. Cada cuatro años
volvemos al mismo punto de partida. Cada cuatro años, los que entran a
gobernar tratan de destruir lo que los otros hicieron. Siéntese hoy con
los programas de los partidos políticos de las últimas décadas y verá
que, en general, todos están de acuerdo con los mismos problemas y con
muchas de sus soluciones.
Decir que la solución a la crisis fiscal inmediata que sufrimos es la
estadidad o la independencia o el Estado Libre Asociado mejorado o
culminado podrá sonar bien políticamente para que algunos saquen a votar
a la gente en sus primarias, pero en la práctica no es real y raya en
el irrespeto al pueblo. El país necesita soluciones realistas e
inmediatas, líderes con la voluntad para actuar por el bien común, no
particular y no partidista. El próximo Gobernador de Puerto Rico no
puede poner de excusa para su incumplimiento el que le faltan las
herramientas para hacer las cosas, que como no somos estado o
independientes no podemos poner la casa en orden y dirigir al país hacia
el desarrollo.
Hay que ponerle un freno al debate estéril. He escuchado a David
Bernier hablar del concepto de la tregua –que en su caso le viene del
olimpismo– esa promesa de paz cuando las guerras se suspendían
temporeramente y los competidores iban a medirse en la mítica Olimpia
para luego regresar a sus hogares en paz.
El enemigo principal de nuestro pueblo para emprender la ruta
correcta es el fanatismo, pues imposibilita la unidad y diezma nuestra
capacidad para adelantar la causa suprema de su bienestar. Una tregua en
el partidismo político no supone dejar de pensar como cada cual piensa,
es colocar un bien superior, Puerto Rico, por sobre las diferencias
particulares, interesadas e individuales. La tregua tampoco supone el
inmovilismo, sino el cese de aquello que nos impide evolucionar. Se
trata del entendimiento que nos permita superar nuestros problemas sin
postergar
el discutir y atender oportunamente asuntos fundamentales,
como el status político. Dramático como pueda sonar, tenemos que
asegurar la subsistencia del país garantizando unos mínimos de calidad
de vida; nada debe tener más prioridad en este momento que atender la
realidad fiscal de Puerto Rico y para eso se requiere dejar a un lado
las estrategias políticas.
Sin embargo, como he escuchado a David Bernier decir, la forma es tan
importante como el contenido, pues una buena idea que no se promueve de
forma adecuada no avanza. Terminado el proceso primarista de junio
esperamos presenciar múltiples debates que nos permitan escuchar a los
candidatos, sus ideas y la forma en que proponen hacer las cosas. David
Bernier se orienta a buscar resultados evitando distraerse con los
ruidos del entorno, acostumbrado a lograr mucho con poco él apuesta a
los resultados. Por eso no le quita el sueño reconocer las buenas ideas
de los demás.
Pero el grito estridente de la política tiene que dar paso a la
reflexión, las tumbacocos tienen que bajar su volumen para que podamos
hablar y escucharnos. Los partidos políticos, como los conocemos hoy,
no son viables para la mayor parte de los puertorriqueños. Mientras no
revolquemos los partidos políticos y esa reforma profunda y moral llegue
hasta el tuétano de los huesos de cada una de sus estructuras y de sus
prácticas, continuaremos teniendo la misma batalla entre hermanos, la
misma corrupción que saquea nuestro patrimonio, la misma cosa, cada
cuatro años. Y de eso, estamos cansados. Esta guerra fratricida tiene
que terminar.
Para movernos hacia adelante, Puerto Rico necesita una tregua.
(*) Abogado y escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario