NUEVA YORK.- La semana que viene se cumple un año de la llegada del huracán María a Puerto Rico,
y la isla todavía tiene abiertas las heridas que dejó. Hace solo un mes
se recuperó el acceso eléctrico en todo el territorio, y buena parte de
sus infraestructuras siguen afectadas
. Pero hay palabras que duelen más que pasar un año sin luz, sin
posibilidad de conservar los alimentos, sin enchufar un ventilador para
combatir el calor o sin servicios básicos en los hospitales. Donald Trump
aseguró ayer que las estimaciones de fallecidos de María en Puerto Rico
-territorio soberano de EE.UU.- son un invento. «No murieron tres mil
personas en los huracanes que golpearon Puerto Rico», dijo en Twitter y recoge el diario Abc en Madrid.
Explicó
que cuando él visitó la isla, dos semanas después del huracán, la cifra
de muertos estaba «entre 6 y 18 fallecidos» y que «los demócratas»
confeccionaron una cifra mucho mayor «para hacerme quedar mal». Añadió
que él tuvo éxito en conseguir «miles de millones de dólares» para la
reconstrucción y que cuando una persona fallecía «por vieja» la metían
en la lista.
El mensaje, además de un insulto a la cara de las
víctimas y de sus familiares, es un cúmulo de falsedades y de
interpretaciones erróneas. Trump se olvidó de decir que la cifra de
muertos que le dieron el mismo día que visitó Puerto Rico había subido a
45 cuando por la tarde se volvió a subir en el Air Force One.
Y, sobre
todo, hizo una caracterización falsa del número de fallecidos, que es
una estimación establecida por un informe de la Universidad George
Washington y que utiliza parámetros objetivos: compara los datos
históricos de fallecidos en un periodo con los registrados en los meses
posteriores al huracán.
Factores
como la ausencia de electricidad durante meses, la propagación de
enfermedades, el desabastecimiento de agua o el cierre de hospitales se
debieron al huracán y se relacionan de forma directa con el aumento de
la mortalidad. Durante meses, el Gobierno de Puerto Rico aseguró que la
cifra de muertos era de 64. Este verano, aceptó como buenos los datos de
la Universidad George Washington.
Seis meses después de la llegada de María, Abc visitó Puerto Rico
y comprobó cómo la electricidad y el agua no habían llegado a
amplias zonas de la isla, con municipios donde cerca del 70% de la
población no tenía acceso y donde los hospitales seguían cerrados. No es
el primer insulto de Trump a los puertorriqueños.
En
su visita tras el huracán, dijo que no era tan importante como «una
catástrofe real como Katrina», en referencia al huracán que asoló Nueva
Orleans en 2005; lanzó rollos de papel de cocina a la población
haciéndose pasar por un jugador de baloncesto, y criticó que la isla
había despilfarrado su presupuesto.
Las
declaraciones de Trump han sido recibidas por críticas furiosas de los
demócratas -el senador Bennie Thompson ha exigido su «dimisión
inmediata»- y de algunos republicanos, como Ileana Ros Lehtinen,
representante de Florida en la Cámara de Representantes. «¿Cómo puedes
ser tan egocéntrico como para distorsionar tanto la verdad?», se
preguntó. La respuesta, probablemente, la sabe Trump: un insulto a
Puerto Rico no le enfrenta a sus bases electorales. Quizás lo contrario.
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