La guerra
comercial del Presidente Trump contra los productos industriales de
China y otros países puede provocar una implosión del viejo
sistema financiero que dejaría el paso libre a la implantación del
nuevo sistema financiero cuántico QFS.
Ni China, ni Estados Unidos están
en contra del nuevo sistema. La disputa está en el liderazgo mundial
que quieren tener
ambos gobiernos, y el partido lo está ganando China de
momento, debido
a que China
tiene un mayor avance tecnológico en computación cuántica.
Pero
está claro que EE.UU. no quiere perder
el monopolio de su poder mundial, y
por lo tanto odia la palabra ‘multilateral’,
porque es
unilateral por naturaleza, lo
lleva en sus genes de ‘Sherif’
internacional.
El aumento en los precios del petróleo por choques de oferta, la
guerra comercial entre Estados Unidos y China, la debilidad económica
de dicho país y Europa, así como la normalización de la política
monetaria en el mundo están acelerando el final del
actual ciclo económico.
NECESIDADES SOCIALES
Ni el pensamiento hegemónico, ni el poder real imaginan, ese
horizonte más allá del capitalismo, que sólo puede estar en
la capacidad social de criticar nuestro tiempo para
transformar la realidad en favor de las necesidades sociales
insatisfechas.
Al mismo tiempo el veto comercial a Huawei retrasará la
aplicación de la telefonía 5G, que se ha demostrado dañina y
agresiva contra la salud humana. Algunos
identifican el 5G con el sistema cuántico, pero no sólo no
están relacionados sino
que el QFS tiene una
tecnología mucho más avanzada que el 5G, y además no es dañino
para la salud. Todo
esto me hace pensar en el viejo dicho de que “Dios
escribe derecho con renglones torcidos”.
La guerra comercial entre China y Estados Unidos es un conflicto
iniciado en marzo de 2018, después de un anuncio realizado por
el Presidente Trump, consistente en la intención de imponer
aranceles de 50.000 millones de dólares a los productos chinos,
argumentando un historial de “prácticas desleales de comercio”
y “robo de propiedad intelectual.” En represalia, el
Gobierno de China impuso aranceles a más de 128 productos
estadounidenses, incluyendo en particular la soja, una de
las principales exportaciones de Estados Unidos a China.
TORPEDO
El anuncio del Presidente Trump supone un torpedo en la línea de
flotación de este viejo sistema financiero y
abre la caja de los truenos, condenándonos a entrar en un campo
de minas donde lo más probable es que todos salgamos perdiendo
al principio, aunque ganaremos al final.
Esta guerra entre las dos grandes potencias financieras del mundo, no
ha hecho más que empezar porque al veto del 5G, está siguiendo
la venta por China de bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que
hace un gran daño a la economía norteamericana.
Está por verse si el Yuan u otras monedas locales pueden hacer
tambalear el trono del dólar, mientras las economías
emergentes continúan sacando la cabeza para no verse afectadas por
la volatilidad y por las decisiones frenéticas de Trump, en
medio de una guerra de monedas sin precedentes.
La economía de Estados Unidos habría alcanzado su máximo de
crecimiento en 2018, año en el que aprovechó los descuentos
tributarios del Presidente Trump. Para este año, tendrá que
enfrentar la guerra comercial con China, un mayor gasto fiscal, y
menores utilidades corporativas. Por su parte, China se
verá obligada a devaluar su moneda, afectando a los demás
países emergentes.
Las perspectivas económicas y geopolíticas no son buenas de
momento y el aislacionismo de EEUU irá en aumento, lo que
plantea la delicada pregunta de si se puede sustituir el
orden comercial liberal multilateral basado en reglas, si ahora
le da la espalda el país que lo creó y lo lideró durante décadas.
DAÑOS COLATERALES
En todas las guerras que ha librado la humanidad desde el principio
de los tiempos, siempre salen perdiendo ambas partes, una más
que otra, pero también abren camino a un nuevo sistema de
relaciones internacionales, a un nuevo orden mundial, que en este
caso no coincide con el viejo modelo opresivo y obsoleto de los
illuminati.
Lo bueno de esta guerra comercial es que no es sangrienta,
como todas las guerras militares que nos han precedido, y que por lo
tanto podemos sobrevivir a ella con la ayuda del Creador,
hasta que se implante un nuevo sistema financiero más justo y
equitativo.
No se puede dañar a China sin perjudicar a la economía
estadounidense, debido a la gran simbiosis económica que existe
entre ambas potencias, ya que muchas empresas americanas tienen su
fábrica en China, por lo que al final se perjudicarán los
intereses de las empresas y de los consumidores
estadounidenses.
El
impacto de estos aranceles será relevante. La medida beneficiará a
los productores nacionales, perjudicará a los consumidores
y a las empresas que utilizan estos productos, que pagarán mayores
precios (sobre todo las
industrias de defensa, del automóvil y
de infraestructuras), y
dañará a quien venda dentro de EE.UU.
Lo peor de
todo es el daño
que pueden hacer a la credibilidad y a la capacidad de
las instituciones internacionales,
que son las que diseñamos para evitar las devastadoras guerras
comerciales de los años treinta
del siglo pasado.
PROTECCIONISMO
El proteccionismo es una
política económica que
consiste en
restringir las importaciones de otros países
a través de métodos tales como aranceles sobre los bienes
importados, cuotas de importación
y una variedad de otras regulaciones gubernamentales, encareciendo
así dichos bienes, de modo que no sea rentable.
Los defensores del
proteccionismo afirman que
las políticas proteccionistas protegen a los productores, empresas y
trabajadores del sector que compite con las importaciones en el país
de los competidores extranjeros.
Sin embargo, también reducen
el comercio y afectan negativamente a los consumidores
en general (al aumentar el costo de los bienes y servicios
importados) y perjudican a los productores y trabajadores
de los sectores de exportación,
tanto en el país que aplica políticas proteccionistas, como en los
países protegidos.
El
Presidente
Trump, proteccionista y agresivo,
ha entrado en acción. El anuncio ha venido acompañado por un
incendiario ‘tuit’
en el que Trump ha afirmado que “las guerras
comerciales son buenas y fáciles de ganar”,
(lo dudo) lo
que supone una flagrante negación de los buenos usos de la
diplomacia y
de las lecciones de la historia económica.
PÉRDIDA DE CONFIANZA
Con esta decisión, Trump debilita
todavía más la confianza de sus aliados del G-7.
Además, la medida tendrá importantes consecuencias sobre la
gobernanza de la globalización y las relaciones transatlánticas.
En particular, la Unión
Europea queda en una posición especialmente incómoda:
podría haberse puesto de perfil para sufrir un perjuicio económico
limitado, pero ha optado por plantarle cara a la Administración
Trump y defender el sistema multilateral de comercio,
lo que nos aboca a una escalada en el conflicto.
Por el momento, la UE
ha optado por erigirse en quien plante cara al
proteccionismo de Trump y
defienda el sistema multilateral de comercio.
Ha rechazado la propuesta de Trump de crear un área de libre
comercio total en el G-7, argumentando que el comercio, más que
libertad, necesita reglas legítimas que
aseguren un campo de juego equilibrado.
GUERRAS COMERCIALES
Una
guerra comercial consiste en la adopción por parte de uno o varios
países de tarifas o barreras al comercio con uno o varios países
terceros. Este término es antónimo del
libre comercio.
Los economistas opinan que este
tipo de guerra es muy poco productiva,
con una gran influencia negativa sobre el bienestar social
y económico de las naciones
implicadas; sin embargo, los politólogos consideran la amenaza que
supone una guerra comercial como una importante ayuda a la hora de
obtener concesiones de otros tipos.
Las guerras comerciales reducen
el crecimiento económico,
carcomiendo la eficiencia en la asignación de recursos a nivel
mundial, aumentando los precios
de muchos productos, y destruyendo empleo
en términos netos. Al mismo tiempo, minan la confianza
entre países, y obligan a sus
líderes a contraatacar ante las amenazas del otro para no quedar
como parias.
Desde
la segunda
guerra
mundial,
la comunidad internacional, tomando buena nota de lo destructivos que
han sido a lo largo de la historia los conflictos económicos, había
optado por intentar resolver los enfrentamientos
comerciales dotándose de un
conjunto de reglas imbricadas en la OMC,
antes GATT.
A nivel internacional, los acuerdos
de la OMC (junto a otros muchos) han servido para
civilizarnos y para enterrar nuestras bajas pasiones,
dejando que la legitimidad del derecho internacional
sustituya a la ley del más fuerte.
Esto ha permitido crecer a la economía
mundial, al alejar el fantasma de la guerra
entre grandes potencias.
(*) Periodista español
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