China ha
resucitado la mítica Ruta de la Seda, aquella antecesora de la
globalización que unió a Europa y Asia entre los siglos IX y XV. Un
total de diecisiete países árabes han firmado
acuerdos de cooperación con Pekín sobre su ambiciosa iniciativa de
la Nueva Ruta de la Seda, informó la agencia Xinhua el pasado
miércoles.
Justo cuando el gobierno del Presidente Trump se
atrinchera en el proteccionismo, el Presidente Xi Jinping lanza
el proyecto “One Belt, One Road” (Un Cinturón, Una
Ruta). Se trata de la red de obras de
infraestructura que conectará por tierra y por mar a China, los
países de Asia Central, Oriente Medio, África y Europa.
Pretende cubrir el 65% de la población mundial, generar un tercio
del PIB mundial y mover la cuarta parte de los bienes
que produce el planeta. Es la solución china para la
recuperación económica mundial. Los tiempos
cambian pero el espíritu comercial chino persiste.
Donde
antes había camellos, ahora habrá
trenes de alta velocidad, y los bienes de última tecnología
relevarán a su delicada porcelana. El proyecto conectará a
millones de personas, estimulará la economía mundial,
levantará infraestructuras vitales en países pobres y hará del
mundo un lugar más feliz.
DESCRIPCIÓN
La Nueva Ruta de la Seda o Puente Terrestre Euroasiático, es
la ruta de transporte ferroviario para el movimiento de tren de
mercancías, y tren de pasajeros, por tierra, entre los puertos del
Pacífico, en el Lejano Oriente ruso y chino, y los puertos marítimos
en Europa.
La ruta, un ferrocarril transcontinental y puente terrestre,
actualmente comprende el ferrocarril Transiberiano, que se
extiende a través de Rusia, y el nuevo puente de tierra de
Eurasia o segundo puente continental de Eurasia, que discurre a
través de China y Kazajistán, y también se van a construir
carreteras entre las ciudades de la ruta.
El ambicioso proyecto de infraestructura de comercio de China
se está expandiendo a nivel mundial. Está previsto que Suiza firme
un acuerdo de cooperación en este ámbito con Pekín, mientras que,
en marzo, Italia recibió críticas de sus aliados europeos
por convertirse en la primera nación del G-7 en unirse oficialmente a
la iniciativa.
En sus comienzos, cuando el presidente chino Xi Jinping presentó la
idea en sendas cumbres en Astaná (Kazajistán) y Yakarta (Indonesia)
en 2013, la propuesta se ceñía a los países vecinos, y su
propósito era principalmente la construcción de infraestructuras.
Pero ha ido expandiéndose geográfica y sectorialmente, a medida que
ha ido creciendo la expansión de China en el exterior. Actualmente,
según Pekín, están adheridos más de cien países en todo
el mundo. Y abarca casi cualquier área: tiene componentes
comerciales, financieros, de seguridad y culturales.
PLAN ESTRATÉGICO
La Nueva Ruta de la Seda es el gran plan estratégico de China. Para
sus defensores, facilita el desarrollo de regiones olvidadas.
Un plan de ramificaciones geopolíticas y económicas, criticado por
algunos como un instrumento para dominar el mundo, y alabado
por otros como un plan Marshall del siglo XXI que ayudará a
desarrollar regiones olvidadas.
Italia quiere unirse al proyecto chino para estimular sus
exportaciones. Varios países de Europa Occidental -incluida España-
mantienen también sus reservas sobre la ruta, aunque se muestran
dispuestos a colaborar en proyectos puntuales. Las quejas vienen de
la falta de resultados. La línea férrea
Madrid-Yiwu sigue sin arrojar beneficios en su trayecto de
regreso.
En Bruselas y Tokio, en Berlín, París y Madrid se subraya la
necesidad de demostrar que esos proyectos no perjudican al medio
ambiente, son viables, beneficiosos para sus destinatarios, y el país
receptor puede pagarlos. Estas capitales han rechazado firmar de
momento, pese a las sugerencias chinas, memorandos de
entendimiento generales de respaldo a la ruta.
Para China, los beneficios del plan son claros: ampliar vías hacia
el oeste le permite desarrollar sus regiones occidentales, más
empobrecidas; estimula sus sectores industriales en momentos en los
que su economía entra en una etapa de menor crecimiento; abre
mercados para sus productos; facilita que otros países adopten sus
estándares tecnológicos y, en general, expande su presencia e
influencia internacional.
ESPAÑA NO FIRMÓ
El presidente chino Xi Jinping fue recibido con honores en Madrid
recientemente. Reuniones con el Gobierno, visita al Rey, cena de
gala, encuentros con empresarios, etc. Los dos Gobiernos acabaron
firmando una declaración en la que se comprometen a luchar juntos
contra el proteccionismo y el unilateralismo y profundizar en la
promoción de un mercado más abierto y la eliminación de
todos los obstáculos comerciales. Incluso se concretaron algunos
acuerdos bilaterales: China permitirá la importación de jamón de
bellota (con hueso incluido) y de uvas españolas.
Sin embargo, la participación de España en la Nueva Ruta de la
Seda no quedó sellada. El Gobierno español reconoció su
potencial, y se comprometió a explorar proyectos concretos, pero no
se mojó. De hecho, ya hay una conexión de mercancías por tren y
participación de capital chino en los puertos de Valencia y Bilbao.
Pero Pedro Sánchez no estampó su firma en el club de la alianza con
la que China avanza imparable.
Xi también ha rechazado otras acusaciones contra un plan que lleva
su sello personal. La ruta no tiene ni fines
geoestratégicos ni militares, como han denunciado algunos
críticos, ni tiene como objetivo lograr la
hegemonía de China.
HISTORIA
El tráfico comercial entre Europa y Asia se llevó a cabo a lo largo
de la Ruta de la Seda desde al menos dos milenios antes de Cristo. La
Ruta de la Seda no era una vía específica, sino una ruta general
utilizada por los comerciantes para viajar, en gran parte por tierra,
entre los dos continentes a lo largo de las estepas euroasiáticas a
través de Asia Central.
La ruta de ocho mil kilómetros de largo fue utilizada
para el intercambio de bienes, ideas y personas, principalmente entre
China e India y el mar Mediterráneo, y ayudó a crear un
sistema único en el mundo del comercio entre las civilizaciones de
Europa y Asia.
El tráfico a lo largo de las rutas del sur de la Ruta de la Seda
disminuyó en gran medida con la caída de Constantinopla en el
siglo XV y el desarrollo de la ruta marítima a través del
Cabo de Buena Esperanza en el siglo XVI.
En el siglo XVIII, la influencia europea en el comercio y las
nuevas fronteras nacionales restringió severamente el movimiento de
los comerciantes a lo largo de todas las rutas terrestres entre
Europa y China, y el comercio terrestre entre Asia Oriental y Europa
prácticamente desapareció.
(*) Periodista español
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