En
Europa no entienden bien lo que realmente está pasando en España y lo
cierto es que nuestras embajadas no se han empleado casi nada en
explicar el proceso soberanista catalán y sus causas profundas a las respectivas
opiniones públicas nacionales, de la Unión Europea al menos, y a sus más
relevantes medios en cada país, incluida la intervención y su
financiación exterior interesada para una balcanización de
la península Ibérica.
Y
quizás sea por el rubor que implica en una teórica democracia
parlamentaria occidental haber negado la libertad colectiva de expresión
a un grupo de ciudadanos españoles residentes en Cataluña a través de
un referendo consultivo (cuando el resultado implica únicamente la
manifestación de la voluntad general o popular de forma no vinculante)
que, en la fecha de su planteamiento en 2016, hubiese arrojado unos resultados
porcentuales previsibles y muy distantes de lo que significarían hoy de
realizarse tras un acuerdo político previo entre Madrid y Barcelona.
Ahí
el ex premier Rajoy no estuvo políticamente muy fino entonces y de aquellos polvos...
estamos donde estamos y posiblemente a donde vamos. Aunque bien es
cierto que el Gobierno central no puede admitir, ni el sistema oneroso
de las artificiales autonomías regionales puede aguantar, que la
contribución fiscal del 20% del PIB español (catalán) aspire a un sistema de
conciertos o 'cupo' con el Estado como el caso del País Vasco (5%) o Navarra (2%) a base de
aportaciones cuasi simbólicas al erario público de la Nación en el marco
de la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Explique
lo que explique y donde lo explique, Rajoy ha salido del Gobierno por
no asumir su responsabilidad política, personal y colegiada, ante el
desafío catalán. Y Pedro Sánchez entró de urgencia en La Moncloa,
presumiblemente de la mano de La Zarzuela y el Ibex bursátil, para encauzar un
entuerto de tal envergadura mientras se regenera una derecha
conservadora estructuralmente corrupta, se revela el escaso peso
específico de un C's de 'plastilina' y se verifica el techo electoral de
un neocomunista Podemos ante la recuperación constatable del voto
socialista antes de convocar unas nuevas elecciones generales, todo lo
tarde en el tiempo que se pueda, para que el régimen del 78 pueda
recuperar el aliento y apuntalar a la Corona ante los crecientes embates
republicanistas desde diferentes procedencias.
Porque
aquí entendemos cualquier referendo como plebiscito, es por lo que no se
hizo en 1978, diferenciado del de la nueva Constitución, el del sistema
de Gobierno (monarquía o república) que hoy, en 2018, aún parece
pendiente para legitimar democráticamente a la Corona cuya única
decisión existencial actual proviene de las Cortes (Parlamento) de Francisco Franco en primer
lugar y, en segundo, de la dinástica de don Juan de Borbón desde un
punto de vista de sucesión interna al entenderlo todo como una
reinstauración de lo desechado en 1931 por unas elecciones municipales
concluyentes.
Pero
la Corona puede y tiene que hacerse útil en tiempos tan turbulentos si
es que aspira a sobrevivir en España. Nunca se entendió muy bien como no se
renovó por completo el equipo de La Zarzuela con la ascensión al Trono de
Felipe VI. Y ahora aún se entiende menos al trascender que el
cuestionado desde Cataluña discurso regio del 3-O de 2017 se coció en los
entornos del monarca, lo que todavía puede resultar más problemático de
cara a las periferias del país y sus élites más liberales por
ilustradas.
El
resultado es que la sociedad española más inquieta por joven, bien
formada y progresista ha elegido este simbólico 12 de octubre (día de la fiesta nacional) para
debatir sobre la abolición de la monarquia parlamentaria tras el
cuestionamento que se produjo horas antes en el Parlamento
catalán con la reprobación del monarca.
Y
puede continuar ahora en algunos ayuntamientos de las llamadas nacionalidades
históricas, desde Galicia a las Vascongadas y hasta de Baleares, visto
el poco entusiasmo ante el llamamiento del constitucionalista PP para
cubrir ese día todas las fachadas de las viviendas en España con la enseña
nacional con motivo del 12 de octubre.
Su escasa capacidad de convocatoria tiene mucho que ver con la corrupción sistémica, la degradación general y la ascensión de los populismos, que explican el fenómeno catalán y la falta de credibilidad, por agotamiento, del régimen del 78 en todo su conjunto, hasta el desprestigio en Europa de la Justicia española por su infiltración política definitiva.
Su escasa capacidad de convocatoria tiene mucho que ver con la corrupción sistémica, la degradación general y la ascensión de los populismos, que explican el fenómeno catalán y la falta de credibilidad, por agotamiento, del régimen del 78 en todo su conjunto, hasta el desprestigio en Europa de la Justicia española por su infiltración política definitiva.
Con
todo, lo más preocupante e inquietante es la falta de un liderazgo
nacional que tan bien supo encarnar el actual rey emérito Juan Carlos I.
Desde Pablo Iglesias hasta Felipe VI, pasando por Pablo Casado,
Albert Rivera, Pedro Sánchez y hasta Alberto Garzón, no se han revelado
como líderes en coyuntura tan propicia como la de ahora para poder
demostrarlo con un poco de esfuerzo.
Y esa es la verdadera tragedia nacional que puede dar lugar a todo tipo de riesgos interiores y exteriores para conservar las esencias culturales e históricas que sustentan identidad, folclores aparte.
Y esa es la verdadera tragedia nacional que puede dar lugar a todo tipo de riesgos interiores y exteriores para conservar las esencias culturales e históricas que sustentan identidad, folclores aparte.
Meses
después de la moción de censura en el Congreso, la derecha española se ha
fraccionado en tres partidos extremos que han regalado el centro al PSOE
mientras la izquierda reformadora y transformadora reside en Podemos,
por lo que cabe concluir que en unas eventuales elecciones próximas, y
coincidiendo con el oficial CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), hoy ganaría con holgura el centro-izquierda
frente a los nacionalistas vascos y catalanes incluso, por un significativo deslizamiento
del voto con las posibles excepciones de Andalucía, Cataluña y puede que
hasta el País Vasco, según coinciden sociólogos expertos en
demoscopia.
(*) Periodista y profesor en España
(*) Periodista y profesor en España
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